La dificultad para tragar es un síntoma que mayoritariamente se presenta en personas mayores frágiles o personas con alguna enfermedad neurológica, tales como Enfermedad de Alzheimer, Enfermedad de Parkinson, Ictus así como en pacientes con patología oncológica. En estos pacientes el riesgo de deshidratación es elevado tal y como se ha evidenciado en algunos estudios realizados en nuestro país donde muestran que casi todos los ancianos con disfagia presentaban un cierto grado de deshidratación, siendo el principal motivo la ingesta insuficiente de agua y de líquidos y las pérdidas excesivas de líquidos tanto gastrointestinales como por sudoración o diarrea.
La ingesta insuficiente de agua y líquidos en las personas con disfagia puede explicarse por:
- El miedo al atragantamiento debido a la tos persistente que aparece durante o después de tragar líquidos.
- Pérdida del contenido oral o babeo debido a la dificultad para cerrar los labios con fuerza suficiente.
- Disminución de la sensación de sed, responsable de regular la necesidad de agua.
- Discapacidades físicas que dificultan el acceso a los líquidos.
- Discapacidades mentales que dificultad la capacidad para reconocer la necesidad de la ingesta de líquidos.
- Efectos secundarios de algunos fármacos que provocan una disminución de la sed.
- Cambio de sabor de las bebidas espesadas mediante módulos de espesante a base de almidón.
Las repercusiones de una ingesta insuficiente de agua afectan directamente sobre la capacidad deglutoria de la persona, debido a una menor producción de saliva que además de favorecer la aparición de infecciones, dificulta la preparación del bolo alimenticio. El secreto es romper este círculo vicioso.
Pero no debe olvidarse que otros factores tales como la incontinencia urinaria, la fiebre, los ambientes o climas muy calurosos, los vómitos y la diarrea pueden contribuir a una pérdida de líquidos excesiva y poner en riesgo el estado de salud del paciente, además de agravar la dificultad para tragar.